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Lo que para algunos hace algún tiempo era solo paranoia, se convirtió en una ineludible realidad. Internet puede ser usada por Estados para vigilar a todos sus ciudadanos, por las más variadas excusas (“la seguridad” quizás, la preferida), ignorando derechos fundamentales de los ciudadanos en el camino. Y como si eso fuera poco, muchas de estas actividades dudosamente legales (y ciertamente atentatorias contra nuestros derechos humanos) cuentan con la colaboración de empresas privadas.

Pero la vigilancia no es algo que ocurra solamente en gobiernos poderosos, como el de Estados Unidos con el ya famoso caso de Edward Snowden y sus revelaciones sobre PRISM, sino que también es ejercida con escaso apego al derecho por nuestros Estados. Tampoco son las actividades de recolectar información personal únicamente atribuibles a los gobiernos, ¿o acaso el marketing y muchos de los modelos de negocios actuales con respecto a Internet no se basan en nuestros datos personales, convirtiéndonos en los productos que ellas venden?

La primera reacción de muchos ante estos problemas de privacidad y seguridad online consiste en criminalizar Internet. La red sería un nido de cibercrimen; ninguna interacción por esta vía es segura, salvo que se utilicen los programas de seguridad que algunas empresas alegremente venden. La consecuencia de esta reacción no es solamente la desconfianza a Internet, sino también la renuncia a usarla y contar con muchos de sus beneficios.

La segunda reacción es procurarse y exigir más seguridad, sin abandonar la red. Dejar atrás la pasividad en la recolección y manejo de nuestros datos personales a través de dos medidas: por un lado, utilizar herramientas que procuren más seguridad en nuestras comunicaciones online y, por otro, exigir a nuestros Estados y empresas respetar nuestro derecho a la privacidad.

La privacidad depende de nosotros #NoTemasaInternet

Como consigna el libro Criptopunks de Julian Assange, el problema de la primera reacción es que es una forma de autocensura. Te obligas a dejar una plataforma de difusión de ideas y de acceso al conocimiento tan potente como internet. Y quizás eso sea dar una ventaja demasiado grande a quienes les interesa la inmovilidad social.

La segunda, es una forma más activa de luchar por un derecho tan importante como la privacidad. Se trata de comprender que no hay que temerle a internet (que no es más que la plataforma) y tener conciencia de cómo nosotros como usuarios podemos ser responsables al momento de cuidar nuestra privacidad y cómo, en nuestro papel de ciudadanos, podemos exigir mejores prácticas y regulaciones en este sentido.

Y éste es el objetivo de esta segunda parte de la campaña de #NoTemasaInternet. En nuestra web, encontrarán videos, infografías y más información sobre cómo dejamos atrás el miedo y nos hacemos activos en la defensa de nuestra privacidad en la red.

¡Los invitamos a participar: la privacidad en Internet es también un derecho humano!

(*) Paz Peña Paz es periodista de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y candidata a magíster en Género y Cultura de la Universidad de Chile. Desde el 2008, es asesora comunicacional y encargada de los contenidos en los diversos proyectos y plataformas de la organización.

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